Ven, ¡Oh Padre!,
¡revélame el vasto reino de Tu presencia!
¡Revélate!
Enseñale a orar a mi corazón;
enseña a mi alma a sentir
que todas las puertas se pueden abrir
y que Tu presencia puede ser revelada.
Todos los días, Te veo
pintando el cielo de colores brillantes.
Te observo vestir
la desnuda tierra con verde hierba.
Tú estás en el calor de lo rayos de sol.
¡Oh, Tú estás tan claramente
presente en todas partes!
Me prosterno ante Ti.
Beberé vitalidad
de las doradas fuentes
de los rayos solares.
Beberé paz
de la fuente de plata
de las noches de la luna.
Beberé Tu poder
de la maravillosa copa del viento.
Beberé Tu conciencia
como gozo y bienaventuranza
de todas las pequeñas copas
de mis pensamientos.
¡Oh Padre Celestial!,
alabaré Tu gloria,
las bellezas de Tu paraíso
dentro de nosotros.
Pueda yo vivir en el jardín
de la felicidad del alma
y de los pensamientos nobles,
y que me colme para siempre
el aroma de Tu amor.
Bienamado Señor, enséñame a sentir
que Tu eres el único Poder activador,
y que en el reconocimiento de Ti como el Hacedor
se encuentra el valor
de todas las experiencias de mi vida.
Enséñame a contemplarte como el único Amigo,
ayudándome y animándome
a través de mis amigos terrenales.
¡Bienamado Padre, enséñame
el misterío de mi existencia!
Enséñame a adorarte
en el estado sin aliento,
sin muerte.
En el fuego de la devoción,
consume mi ignorancia.
En la quietud de mi alma,
¡ven Padre, ven!
Poseeme y hazme sentir,
dentro de mí y a mi alrededor,
Tu presencia inmortal.
¡Oh Padre! eres sagrado y pernne gozo,
eres el gozo que yo busco,
eres el gozo del alma.
Enséñame a reverenciarte a través del gozo
que nace de la meditación.